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EL DISEÑO Y LA ESTRUCTURA DEL GOBIERNO ESPIRITUAL

Por muchos años y diversas razones, en la Iglesia se creyó erróneamente que los ministerios apostólicos y proféticos habían cesado. A consecuencia de este hecho, la autoridad espiritual y la influencia de la Iglesia en el mundo se debilitaron. Haber menospreciado la función vital de estos dos ministerios de equipamiento, dejó a la Iglesia disminuida e incompleta en facetas importantes de su preparación para el dominio que Dios ha destinado que ejerza en la tierra. Esta situación se puede comparar a una persona que se conforma a que una de sus manos funcione sólo con tres dedos, y aún así la considere completa.

Sumado a lo anterior, la Iglesia de Jesucristo en el mundo es víctima de un gran sectarismo debido a posturas e ideas teológicas diversas y opuestas entre sí. Esta crisis provocó que ella fuera dividida en sectores tan variados, que hoy está imposibilitada de conducirse y manifestarse como «un solo Cuerpo», el de Cristo. Esta realidad es contraria a la voluntad de Jesús expresada en su oración al Padre, cuando le rogó:


“...para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti,
que también ellos sean uno en nosotros;
para que el mundo crea que tú me enviaste”
(Juan 17:21)

El hecho de que hoy el mundo no crea en Jesucristo como Salvador y Señor, es la consecuencia de una Iglesia dividida. Es necesario entender que Jesucristo creó a la Iglesia como un organismo espiritual indivisible, y no como una organización religiosa. Cuando la Iglesia comenzó a ser fragmentada, dejó de ser «una», no pudiendo alcanzar la plenitud de su propósito en la tierra.

Por otra parte, a causa de las diferentes corrientes teológicas que dividieron a la Iglesia, quienes presidieron cada una de ellas crearon organizaciones, instituciones y denominaciones, para agrupar a los creyentes que compartieran las mismas creencias y formas de culto.

Este error, producto de la “invención humana”, trajo al menos dos consecuencias graves sobre la Iglesia de Jesucristo. La primera es que el mundo no pueda ver a la Iglesia como una sola, sino como muchas iglesias distintas, cada una con su propia creencia, doctrina y práctica eclesiástica. La segunda es que cada iglesia local piense que si no “se une” a una organización cristiana ya establecida y depende de ella, está fuera de la ley para desenvolverse con libertad.

La verdad inalterable es que hay una sola Iglesia de Jesucristo en el mundo, la cual cumple su función a través de una infinidad de congregaciones locales en cada país. Cada iglesia local tiene el derecho de obtener los beneficios que ofrecen las leyes del país respectivo, para poder establecerse legalmente y funcionar de manera adecuada. Al mismo tiempo, es responsable de cumplir con los requisitos legales establecidos por el gobierno y sujetarse a los mismos.

Esto implica que ninguna congregación local necesita pertenecer a una organización, institución o denominación cristiana para cumplir con las exigencias de la ley.

 

Agravando aún más lo antes descrito, los directivos de cada organización, no solamente se encargan de los asuntos legales, sino que además ejercen el gobierno espiritual sobre el sector de la Iglesia que ellos representan. Esta manera de operar no tiene fundamento en la enseñanza establecida por la Palabra de Dios. Por lo tanto, la estructura de gobierno que se ha implementado sobre la Iglesia no sólo es un plan humano, sino que ha reemplazado al gobierno diseñado por Dios.

Lo que acabamos de analizar evidencia una “fusión” entre el ejercicio del gobierno legal y el espiritual. Esta “fusión” dio lugar al establecimiento de toda forma de gobierno humano desechando el gobierno divino.

Las Escrituras demuestran que Dios no dejó el gobierno espiritual de la Iglesia librado al criterio humano. Jesucristo es quien ejerce el gobierno espiritual sobre su Iglesia, a través de los cinco ministerios que Él constituyó: Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros (ver Efesios 4:11). Esta es la estructura de gobierno que Cristo diseñó para su Iglesia, definida como «gobierno teocrático». Por esta base escritural se comprende entonces que los directivos de una organización cristiana no están habilitados para ejercer el gobierno espiritual en la Iglesia, aunque sí pueden desempeñarse en labores administrativas.

Por todo lo expuesto hasta aquí, es necesario observar la gran diferencia que existe entre todo sistema de gobierno humano y el gobierno teocrático.

Cuando el gobierno humano es ejercido en la Iglesia, manifiesta una característica particular: El derecho a elección, a tener voz y voto. Este ejercicio es lo que el mundo entero conoce como democracia. Si bien la mayoría de los países del mundo hacen uso de este sistema de gobierno porque lo consideran el más adecuado, cuando esta misma idea se traslada en menor o en mayor grado a la Iglesia, se comete un grave pecado contra lo establecido por Dios. En la democracia, la mayoría manda y se hace la voluntad de esa mayoría.

El gobierno teocrático también posee una característica particular: La guía y dirección absoluta del Espíritu Santo a través de su Palabra y su Voz. Esta forma de gobierno se define como «teocracia», es decir, donde Dios es quien gobierna y reina. Por tal motivo, se obedece exclusivamente todo lo que Él dice. Esta característica es absolutamente contraria a la que evidencia el gobierno humano.

Alguien se podría preguntar: ¿Los cinco ministerios “son los únicos capacitados” para escuchar al Espíritu Santo? ¿No sería esto “autoritarismo espiritual”? Lo cierto es que Dios hace oír su Voz a toda la Iglesia, porque el Espíritu Santo habita en todos los miembros del Cuerpo, y le habla a cada uno en particular. Es así que los miembros tienen el derecho y la responsabilidad de transmitir a sus dirigentes espirituales aquello que el Espíritu Santo les habla, no interponiendo ninguna clase de criterios particulares y opinión propia. Sumado a esta realidad, hay otra verdad que no se debe desconocer y es que los cinco ministerios son los «representantes de Cristo como Cabeza de la Iglesia». Esto implica que tienen una delegación específica de autoridad para presidir y conducir a la Iglesia con sabiduría espiritual, conforme a lo que Dios habla, tanto a ellos como al Cuerpo. Si bien todos los miembros del Cuerpo de Cristo escuchan la voz de Dios y la transmiten, no significa que estén facultados para dirigir a la Iglesia, ya que quienes han sido habilitados para ejercer el gobierno espiritual sobre la misma, son los cinco ministerios. 

     En resumen, en la democracia se respeta la voluntad de la gente;
     en la teocracia, se hace lo que Dios dice.



El Espíritu Santo, de acuerdo a la verdad de la Palabra,
está restaurando en la Iglesia en todo el mundo a los cinco ministerios,
a fin de que el gobierno teocrático se afirme sobre ella,
de acuerdo al plan original de Dios.
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