Todo es para nuestro bien
Hernán Cipolla
25 de June de 2018
El texto contenido en esta página fue tomado literalmente de lo expresado verbalmente
en público, por lo tanto no ha sido preparado y editado como un escrito formal.
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Qué buena oportunidad que tenemos nuevamente de poder examinar la Palabra juntos y darnos cuenta aquellas cosas que están en el corazón del Señor, obviamente siempre para nuestras vidas y para que, a través de la Iglesia, Jesucristo siempre sea visto.

Considero que a medida que pasa el tiempo podemos ir reconociendo cada vez más que los tiempos que vivimos son difíciles, pero cuanto más difíciles son los tiempos, más necesidad hay de que la Iglesia resplandezca en medio de tanta tiniebla y de tanta oscuridad. Y obviamente que el Señor siempre lo quiere hacer, de hecho, ésa es la premisa primordial por la cual el Señor dejó establecida la Iglesia en el mundo, para que la Iglesia represente y muestre a Cristo. Pero al mismo tiempo reconozco que es el Señor, aquél que trabaja en nuestras vidas y que hace lo que tiene que hacer para que Cristo sea visto.
Obviamente, en el plan de Dios, no puede haber puntos equivocados ni tampoco pueden ocurrir cosas que no sean las que Él planeó por anticipado. Es decir, la Iglesia no está para mostrarse al mundo como ella misma, las capacidades o aptitudes que ella tiene, sino que la Iglesia está en el mundo para mostrar a Cristo. Y hoy vamos a compartir acerca de algunas cosas que son profundas desde el corazón de Dios, pero sobre todo para el trabajo y el trato de Dios con la vida de sus hijos.

En principio quiero decir que es muy importante para nosotros como hijos de Dios siempre, que conozcamos adecuadamente al Señor, que conozcamos al Señor como Él tiene que ser conocido. Y ¿por qué digo esto? Porque cuando conocemos al Señor, entonces podemos comprender la intención del corazón de Dios al hacer todo lo que Él hace hacia nuestras vidas.
Cuando argumentamos que no entendemos a Dios en lo que está haciendo, cuando nos enojamos por algo que Dios está haciendo o por algo que estamos viviendo, en realidad, ésa es una señal de que no conocemos al Señor, y en muchos casos, es una señal de que pensamos mal del Señor, y esto jamás puede estar en la mente ni en el corazón de los hijos de Dios, de la Iglesia de Cristo.
Tenemos que saber que lo que Dios hace, lo hace bien y lo hace para bien, por eso quiero leer un pasaje de la Escritura que está en Romanos 8, versículos 28 y 29, que dice de esta manera:

“Ahora bien,
sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman,
los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.
Porque a los que Dios conoció de antemano,
también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo,
para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”
Romanos 8: 28-29 / NVI

Es evidente, porque lo dice el pasaje, que Dios dispone todas las cosas para nuestro bien.
Cuando hablamos de todas las cosas, no podemos dejar nada afuera de lo que Dios permite o hace concretamente en nuestras vidas. ¿Eso qué significa? Que cada situación, cada experiencia, cada alegría, cada contratiempo, todo, el Señor lo preparó anticipadamente y porque en su plan Él estaba pensando en nuestro bien.
Pero la pregunta que debemos hacernos nosotros, ¿cuál es? En realidad, ¿cómo entendemos cuál es nuestro bien? Porque en la mente humana o en términos humanos, pensar en nuestro bien es pensar en que todo nos sea favorable, que todas las cosas funcionen, que todo sea bueno para nosotros, en términos humanos. Pero en términos divinos, nuestro bien es lo que el pasaje dice, el pasaje dice, que seamos transformados a la imagen de Cristo.
Cuando Dios dispone las cosas para nuestra vida y permite algo en nosotros para nuestro bien, Él está pensando en un objetivo superior a lo que humanamente podríamos pensar, ese objetivo superior es que sigamos siendo transformados, mientras estamos en este mundo, para que en todas las cosas, se vea a Cristo, éste es el principal objetivo de Dios. Y además es el único camino para que el Señor se exprese a través de nuestras vidas.

Ahora, hay algo más que dice la Palabra, también en Romanos el capítulo 5, desde el versículo 1, dice así:

En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe,
tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.

También por medio de él, y mediante la fe,
tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes.
Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios.
Y no solo en esto, sino también en nuestros sufrimientos,
porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia;
la perseverancia, entereza de carácter;
la entereza de carácter, esperanza.
Y esta esperanza no nos defrauda,
porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón
por el Espíritu Santo que nos ha dado.”
Romanos 5:1-5 / NVI

Evidentemente, una de las principales cosas que nos muestra este pasaje, es que la participación de la fe en nuestras vidas, es fundamental para todo lo que Dios quiere hacer en nosotros.
Es decir, si estamos viendo que Dios está trabajando en nuestras vidas, pero no está el ingrediente de la fe, más tarde o más temprano, vamos a dudar de Dios o vamos a pensar equivocadamente de Dios, porque la fe es lo único que nos permite ver lo que Dios hace, cómo lo hace, y nos permite ver a Dios como lo que es.

Ahora, mediante la fe, dice el pasaje, fuimos justificados y tenemos entrada a la gracia del Señor que nos hace mantenernos firmes y nos permite alegrarnos en una esperanza gloriosa. Es la esperanza de alcanzar la gloria de Dios, la esperanza de vivir plenamente por la eternidad en esa gloria y majestad de Dios. Pero dice el pasaje, que esa no es nuestra única alegría, ni nuestro único regocijo, dice que también nos regocijamos en los sufrimientos.
Esta palabra también podría traducirse como tribulación o como aflicción, y significa principalmente, una presión, y está relacionado con cualquier cosa que abruma el espíritu. ¿Cuál es el motivo de gozarnos por una aflicción? Porque dice el pasaje que el resultado de pasar por esa aflicción es que produce perseverancia, produce entereza de carácter, y produce esperanza.
En definitiva, todo eso es sinónimo de que se forme Cristo en nosotros.

¿Qué quiere decir? Que hay muchas circunstancias en nuestra vida, las entendamos o no, y muchas circunstancias diferentes, que pueden ser una aflicción para nosotros, pero sobre todo yo he descubierto, que hay un tipo de aflicción que en varias oportunidades nosotros las confundimos con algo que no viene de Dios, y no podemos admitir en nuestra mente que eso nos esté ocurriendo, y ese tipo de aflicción es lo que tiene que ver precisamente, con el trato de Dios a nuestras vidas.
Hay cosas que Dios hace, que Él está viendo más allá, que Él en su plan, en su propósito y en su objetivo final de formar a Cristo en nosotros, está mirando que tiene que trabajar con algo que aún para nosotros, en ese momento, puede ser inconsciente; y entonces Dios permite una cierta circunstancia para empezar a trabajar en nuestra vida, solamente como Él sabe y puede hacerlo. Pero como nosotros no lo entendemos, empezamos a pensar que no podemos estar pasando por eso, porque no es normal que un hijo de Dios pase por esa circunstancia, empezamos a pensar que seguramente, hay algo mal en mí, o hay un pecado que me tiene atado como ahora me veo en esa circunstancia, entonces nuestros pensamientos empiezan a desviarse, en vez de estar concentrados por medio de la fe, en que Dios, el Padre, está trabajando en nuestras vidas.

Ese trato de Dios siempre va a ser para nuestro bien, por eso leímos al principio en Romanos, que las cosas Dios las dispone para nuestro bien, aún cuando Él nos está permitiendo atravesar una circunstancia difícil, complicada o que a simple vista no las podemos entender.
¿Qué hace Dios cuando trata con nuestras vidas? Principalmente Dios nos confronta, nos confronta con nuestra humanidad, nos confronta de tal manera que no permitamos en ningún momento que el alma tenga el dominio y el gobierno de nuestro ser, porque el gobierno de nuestra vida, solamente lo puede tener el Espíritu de Dios.
Por esa razón, muchas veces el Señor confronta directamente nuestros pensamientos, porque nuestros pensamientos, por lo general, en este tipo de circunstancias, están arraigados y atados a nuestra propia manera de ver la situación.
Es decir, cuando estamos afligidos, cuando algo está turbando nuestro espíritu, entonces empezamos a razonar aquello que nos ocurre, y al razonar, entonces es en esos momentos donde terminamos pensando de forma equivocada acerca de lo que Dios hace, y en muchas oportunidades, ni siquiera creemos que es algo que Dios está haciendo, y es más, pensamos que solamente es una tarea diabólica.

Pero hablando precisamente de tarea diabólica, quiero tomar a alguien como ejemplo que está en la Escritura, porque obviamente hay muchos ejemplos que podríamos tomar en la Palabra de Dios acerca del trato de Dios con sus hijos, pero yo quiero centrarme en un ejemplo particular y es el ejemplo de Job. ¿Y por qué antes hablaba de la participación del diablo? Porque creo que todos ustedes saben que, precisamente las cosas que Job empezó a vivir en su vida, fueron por mano del diablo, pero con permiso de Dios.
Es decir, el diablo, punto número uno, no podría nunca hacer nada en nuestras vidas si Dios el Padre no se lo permitiera, porque a pesar de ser enemigo de Dios, el diablo sigue sujeto a la autoridad de Dios. Por lo tanto, nunca puedo pensar que el diablo se salió con la suya y que está haciendo lo que se le da la gana y que aprovechó un momento de descuido del Padre para hacer lo que estaba haciendo en nuestras vidas, eso jamás es así.
Dios tiene un cuidado especial y particular con nosotros, y cuando el diablo hace algo, hay un permiso implícito de Dios en eso que el diablo está haciendo, pero en realidad, Dios lo permite porque Dios tiene un objetivo superior.

Es verdad que el diablo nos quiere destruir, pero cuando nuestra fe está intacta y cuando conocemos a Dios, entonces sabemos que de esa circunstancia que estamos viviendo, vamos a obtener la victoria de parte del Señor y vamos a ver en nuestra propia vida el reflejo de la transformación que produce la imagen de Cristo formada en cada uno de nosotros.

Por eso, para iniciar un poquito a hablar de Job, quiero simplemente mencionar, sin ir a la Palabra, pero mencionar, lo que relatan los dos primeros capítulos, porque allí básicamente se muestran las, podríamos llamar, desgracias de Job, lo que él experimentó en carne propia y de manera directa, muy cercana a él.
Básicamente lo que dice la Palabra es lo siguiente, que le robaron los asnos y los bueyes, matando a los criados que estaban a cargo de esos animales. Luego dice que un rayo quemó a las ovejas y a los criados o pastores que cuidaban a esas ovejas. Dice también que le robaron los camellos y mataron a los criados que cuidaban los camellos. Luego, que todos sus hijos e hijas murieron. Y por último, que tuvo una sarna, es decir, una enfermedad en su piel con llagas desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza.
Imagínense ustedes toda esta situación en la vida de Job ocurriendo en un instante...
Cuando ustedes leen esos primeros capítulos, se van a dar cuenta que el primero que reconoce la integridad de Job es el mismo Señor, cuando hace referencia al diablo de, si había observado a alguien íntegro sobre la Tierra, le dijo que mirara a su siervo Job, porque era un hombre íntegro. Quiere decir que Dios mismo lo consideraba íntegro, no es que Job vivía de cualquier manera y hacía lo que se le daba la gana y por eso Dios dijo, no me queda más remedio que hacer algo con la vida de Job. A veces pensamos así y por lo general no es así, en realidad, es totalmente contrario a eso, es decir, mientras estamos caminando como Dios quiere y mientras estamos avanzando en la vida de fe, Dios trata con nuestras vidas y trabaja con nosotros, porque quiere seguir perfeccionando a Cristo en nosotros.
Pero ¿cuál es la realidad? ¿La realidad es solamente que Dios quería llevar a ese punto a Job, de desesperación, de sufrimiento, de perderlo casi todo, de sufrir en carne propia y con los más allegados, el dolor de que toda la vida se le desbaratara en unos pocos días? En realidad, ese no era el verdadero trato de Dios, el trato de Dios era algo mucho más profundo y que tenía que ver con Job exclusivamente.

Por ejemplo, quiero leer lo que dice Job 3 desde el versículo 1, porque fue cuando Job después de un tiempo de estar en silencio cuando llegaron sus amigos a verlo, a visitarlo, y se lamentaron por él y por su situación, Job rompe el silencio y dice precisamente estas palabras, en Job, el capítulo 3:

“Después de esto,
Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido.
Dijo así:
«Que perezca el día en que fui concebido
y la noche en que se anunció: “¡Ha nacido un niño!”
Que ese día se vuelva oscuridad;
que Dios en lo alto no lo tome en cuenta;
que no brille en él ninguna luz.”
Job 3: 1-3 / NVI

Evidentemente por estas palabras, vemos que toda la integridad y toda la rectitud que Job había mostrado hasta antes de que todas las desgracias le ocurrieran, todo eso se derrumbó sólo por decir estas palabras. Es decir, él en un instante empezó a manifestar desde su interior una queja y unas palabras que empezaban a mostrar que algo en su interior no estaba bien, que él no estaba capacitado y preparado espiritualmente para transitar ese tipo de aflicción y poder salir victorioso si seguía con esa actitud. Claramente, se percibe que Job no entendía en lo más mínimo el trato de Dios con su vida y que no podía aceptar lo que le había ocurrido.

Pero dice algo más la Palabra, Job capítulo 7, versículo 11, dice así:

“»Por lo que a mí toca, no guardaré silencio;
la angustia de mi alma me lleva a hablar,
la amargura en que vivo me obliga a protestar.”
Job 7:11 / NVI

Es evidente que Job olvidó por completo la adoración que es propia del Señor, de la cual el Señor es digno. Si leemos en los primeros capítulos nos vamos a dar cuenta que aún su esposa le dijo que maldijera a Dios, y él en realidad respondió adecuadamente y con sabiduría porque dijo, si hemos aceptado hasta ahora todo el bien que Dios nos ha hecho, ¿no podremos aceptar el mal que ahora estamos viviendo? Quiere decir que hasta ese momento, él tenía claro quién era Dios y que Dios merecía ser digno de adoración, a pesar de nuestra circunstancia. Sin embargo, en este momento Job demuestra, que lo único que tenía era ganas de abrir su boca, pero en realidad, para protestar y para quejarse de su situación.

Pero sigue avanzando la Palabra y en Job el capítulo 13 desde el versículo 20 dice así:

“»Concédeme, oh Dios, solo dos cosas,
y no tendré que esconderme de ti:
Quítame la mano de encima
y deja de infundirme temor.
Llámame a comparecer y te responderé;
o déjame hablar y contéstame.”

Job 13:20-22  / NVI

Job ahora, en su desesperación, puso sus propias condiciones a Dios, es decir, es como si Job le hubiera dicho, si vamos a jugar este juego, Dios Tú no vas a poner las reglas, las reglas las voy a poner yo, porque este juego no me está gustando, no estoy dispuesto a seguir jugando de esta manera y a seguir perdiendo en el juego como estoy perdiendo, por lo tanto, si lo vamos a hacer, lo vamos hacer a mí manera. Por ende, lo que quiero es que me quites las manos de encima, es decir, ya no me hagas sufrir más y ahora deja de infundirme temor, yo ya no quiero recibir eso, en realidad, llámame a comparecer como si fueras un juez y yo te voy a responder, déjame hablar a mí y yo te voy a contestar conforme a lo que yo pienso de esta situación.

Una de las peores cosas que podemos hacer cuando estamos pasando un tiempo de aflicción, por un trato de Dios con nuestra vida, es ponerle nuestras propias condiciones a Dios de lo que Él está haciendo, ésa es una oración, permítame decirlo así, prácticamente necia, una oración que Dios no sólo no puede escuchar, sobre todo no puede contestar, porque Dios jamás se va a ajustar a mis peticiones cuando yo estoy orando algo que nace de mi alma o de mi pobre entendimiento o mi capacidad, de mi razonamiento, cuando en realidad, Él está viendo algo superior y supremo con mi propia vida.
Quiere decir, que cuando Dios me permite pasar por un tiempo de tal dificultad, lo que Él está queriendo hacer, es llevarme a un grado superior, elevar la fe de Cristo en mí, para que Cristo se refleje en mi vida de una manera como nunca antes lo había hecho, que ahora yo pueda abandonar mis pensamientos humanos para que la mente de Cristo funcione en mi vida. Por lo tanto, cuando yo oro y pido a Dios lo que debo pedir, es decir, Señor haz todo lo que quieres hacer en mi vida y con mi vida, yo recibo tu trato, y lo que quiero es poder comprender la profundidad de lo que quieres hacer, para siempre tener la humildad y la docilidad de corazón para tu trato conmigo.

Pero hay algo más que yo quiero leer y va a ser tal vez un texto un poco más largo de leer, pero muy importante, esto es Job capítulo 29, que lo voy a leer completo, porque este capítulo pone de manifiesto, saca a luz, verdaderamente lo que estaba en el corazón de Job, dice así la Palabra:

“Job, retomando la palabra, dijo:
«¡Cómo añoro los meses que se han ido,
los días en que Dios me cuidaba!
Su lámpara alumbraba sobre mi cabeza,
y por su luz podía andar entre tinieblas.
¡Qué días aquellos, cuando yo estaba en mi apogeo
y Dios bendecía mi casa con su íntima amistad!
»Cuando aún estaba conmigo el Todopoderoso,
y mis hijos me rodeaban;
cuando ante mí corrían ríos de crema,
y de las rocas fluían arroyos de aceite;
cuando ocupaba mi puesto en el concejo de la ciudad,
y en la plaza pública tomaba asiento,
los jóvenes al verme se hacían a un lado,
y los ancianos se ponían de pie;
los jefes se abstenían de hablar
y se tapaban la boca con las manos;
los nobles bajaban la voz,
y la lengua se les pegaba al paladar.
Los que me oían, hablaban bien de mí;
los que me veían, me alababan.
Si el pobre recurría a mí, yo lo ponía a salvo,
y también al huérfano si no tenía quien lo ayudara.
Me bendecían los desahuciados;
¡por mí gritaba de alegría el corazón de las viudas!
De justicia y rectitud me revestía;
ellas eran mi manto y mi turbante.
Para los ciegos fui sus ojos; para los tullidos, sus pies.
Fui padre de los necesitados y defensor de los extranjeros.
A los malvados les rompí la cara;
¡de sus fauces les arrebaté la presa!
»Llegué a pensar: “Moriré en mi propia casa;
mis días serán incontables como la arena del mar.
Mis raíces llegarán hasta las aguas;
el rocío de la noche se quedará en mis ramas.
Mi gloria mantendrá en mí su lozanía,
y el arco en mi mano se mantendrá firme”.
»La gente me escuchaba expectante,
y en silencio aguardaba mi consejo.
Hablaba yo, y nadie replicaba;
mis palabras hallaban cabida en sus oídos.
Expectantes, absorbían mis palabras
como quien espera las lluvias tardías.
Si yo les sonreía, no podían creerlo;
mi rostro sonriente los reanimaba.
Yo les indicaba el camino a seguir;
me sentaba a la cabecera;
habitaba entre ellos como un rey entre su tropa,
como quien consuela a los que están de luto.”
Job 29 / NVI

Éste es un capítulo tremendo, porque prácticamente estamos leyendo las palabras de un hombre que casi, casi, se pone en el lugar de Dios y suplanta a Dios, para su propia vida, para su familia y para todas las personas que lo conocían en la ciudad.
Es decir, un hombre lleno de orgullo, un hombre fortalecido en su alma, fortalecido en su propia manera de pensar, creyéndose más de lo que era, creyendo que todo lo que había logrado era gracias a sus virtudes y olvidando a Dios.
Es decir, él recordaba a un Dios que solamente lo bendecía, para él, Dios ahora había dejado de estar con él por lo que estaba sufriendo.

Uno de los primeros y más graves errores que podemos cometer cuando estamos en un tiempo de aflicción, es pensar que Dios nos ha abandonado.
Recuerda, Dios está allí más que nunca, porque Él tiene un propósito con tu vida, porque Él está tratándote y quiere hacer algo mucho mayor de lo que tú te podrías haber imaginado antes, sería imposible que como Padre bueno, Dios nos dejara para que viviéramos a nuestro antojo, o bien para que sufriéramos y no viéramos nunca la salida ni sacáramos provecho de lo que estamos padeciendo.
Es por el contrario, Dios está allí más que nunca, para llevarnos de la mano, para seguir formando a Cristo y para que al final del camino veamos la gloria de Dios manifestada en nuestra vida, y podamos decir, estoy aquí, he llegado a este punto porque Dios ha estado conmigo.

Por esa razón, necesitamos entender que lo que reflejan estas palabras, es un hombre parado en su propia sabiduría, un hombre creyendo que lo podía lograr, un hombre buscando lo que la gente le podía decir, buscando la aprobación de la gente, buscando la aprobación de sus conciudadanos, buscando que los demás se quedaran callados cuando él hablaba, buscando la alabanza de la gente, el reconocimiento de las personas. Un hombre en definitiva, lleno de orgullo, y por ese orgullo, era recto en su propia manera de ser y de pensar, no era un hombre recto en la fortaleza y en la capacidad que el Señor le había dado, era recto en sí mismo y por sus propias fuerzas.
Por eso, este pasaje lo que muestra, es que todo aquello que Job vivió narrado en los primeros capítulos del Libro de Job, en realidad lo que está significando, es un Dios que mira que algo tiene que cambiar en la vida de este hombre, para que sea un hombre que de verdad lo conozca.

Cuando empezamos a compartir la Palabra en este día, veíamos la importancia de conocer a Dios y conocer cómo actúa el Señor, cuanto más conocemos al Señor, mejor entendemos sus planes, sus caminos y sus pensamientos. Cuando no conocemos al Señor, cualquier cosa que Él haga que no cabe en nuestra propia manera de pensar, entonces o lo desechamos, o no lo podemos admitir, y muchas veces nos vamos en contra de Dios, para discutir o para reclamarle por qué nos permite sufrir por eso.
Exactamente así le pasó a Job, empezar a reclamarle a Dios, por qué lo tenía en esa situación si él había sido un hombre íntegro, pero esa integridad estaba basada en su capacidad humana y no en la gracia de Dios.

Pero en el capítulo 38 de Job, vemos que hay unas palabras de Job, primero unas palabras del Señor, porque desde el capítulo 38 al capítulo 41, ahora sí, después de lo que Job habló y de lo que sus amigos hablaron, de muchas cosas que ocurren, que les invito a leerlo en casa, en los capítulos 38 al 41, por fin Dios habla y Dios empieza a hacer entrar en razón a Job, Dios empieza a mostrarle la realidad de lo que Él ve como Dios.
Pero hay unas palabras del Señor que yo quiero resaltar aquí en Job 38, desde el 1 dice:

“El Señor le respondió a Job desde la tempestad.
Le dijo:
«¿Quién es este, que oscurece mi consejo
con palabras carentes de sentido?
Prepárate a hacerme frente;
yo voy a interrogarte, y tú me responderás.
»¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra?
¡Dímelo, si de veras sabes tanto!”
Job 38:1-4  NVI

Lo que está haciendo el Señor es demostrándole a Job, que todos sus pensamientos y argumentos eran totalmente inválidos delante de Él, porque nacían de un desconocimiento completo de quién es el Señor.
Cada vez, que nosotros vamos al Señor con nuestros argumentos, cada vez que nosotros le decimos al Señor cómo entendemos que las cosas debieran ser, lo único que hacemos es demostrarle al Señor lo poco que lo conocemos. Por eso argumentamos, por eso le damos tantas explicaciones, por eso lloramos tanto delante del Señor, por eso nos enojamos, por eso razonamos nuestras circunstancias y nuestra aflicción conforme a nuestros criterios, y el gozo se va de nuestra vida.

Leíamos en Romanos, que no solamente nos gozamos por la gracia de Dios en nosotros, sino que también nos regocijamos en los sufrimientos, en las aflicciones por lo que producen.
Cuando conocemos al Señor, nuestro mayor gozo es saber que si Dios me tiene en un tiempo de dificultad, es porque traerá perseverancia a mi vida, porque esa perseverancia va a traer una entereza de carácter, el carácter de Cristo formado en mí, y eso me va a renovar en la esperanza de saber que voy a ser participante de la gloria de Dios.
En cambio, cuando hablamos como Job habló, lo único que demostramos, es que somos sabios en nuestra propia opinión, y cuando Dios empieza a hablar, se acaban los argumentos. Si de veras sabemos tanto como decimos, debiéramos explicarle a Dios exactamente por qué hace lo que hace, cómo lo hace y cuál va a ser el final, y no tenemos la capacidad, bajo ningún concepto, de hacerlo.

Ahora, en el capítulo 40, versículos 3 al 5 solamente, dentro de todo lo que el Señor está hablando, Job participa brevemente para decir estas palabras:

“Entonces Job le respondió:
«¿Qué puedo responderte, si soy tan indigno?
¡Me tapo la boca con la mano!
Hablé una vez, y no voy a responder;
hablé otra vez, y no voy a insistir».”
Job 40:3-5 / NVI

Es decir, en medio de la respuesta que Dios le estaba dando a Job, Job solamente dice estas palabras y abre su boca para expresar su indignidad ante el Señor y que no merecía hablar delante de Él.
Muchas veces, la única respuesta que vamos a tener delante de Dios en un tiempo de dificultad, va a ser nuestro silencio, pero un silencio que está apoyado y basado en la fe de Cristo que está en nosotros, un silencio que le está diciendo a Dios, Señor yo creo en ti, sé lo que estás haciendo en mi vida, sé que esto es para mí bien y sé que estás formando a Cristo, sé que cuando termina este proceso que me estás permitiendo pasar, no seré el mismo de antes, yo sé que Tú harás algo sobrenatural y poderoso en mi vida, y se reflejará Cristo con mayor gloria y poder, y las personas no me verán a mí, te verán a ti a través mío.

Y por fin llega el final del Libro de Job, y de la mejor manera que lo podemos resumir, no es ni siquiera con todas las bendiciones que dice que después el Señor le dio a Job, la mejor manera de resumir el proceso, la aflicción que Job vivió y este trato de Dios con su vida, es con los primeros 6 versículos del capítulo 42 de Job, dice así:

“Job respondió entonces al Señor.
Le dijo: «Yo sé bien que tú lo puedes todo,
que no es posible frustrar ninguno de tus planes.
“¿Quién es este —has preguntado—,
que sin conocimiento oscurece mi consejo?”
Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender,
de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas.
»Dijiste: “Ahora escúchame, yo voy a hablar;
yo te cuestionaré, y tú me responderás”.
De oídas había oído hablar de ti,
pero ahora te veo con mis propios ojos.
Por tanto, me retracto de lo que he dicho,
y me arrepiento en polvo y ceniza».”
Job 42:1-6 / NVI

Job llegó al final de su humanidad, Job colgó los guantes diciendo, ya no puedo más, no puedo seguir insistiendo, no puedo seguir luchando contigo, en realidad, yo hablaba lo que no entendía y decía cosas por mi falta de conocimiento.

Amados, muchas veces porque conocemos lo que la Biblia dice, creemos que tenemos respuestas al trato de Dios con nuestra vida, y en realidad, no se trata de conocer lo que la Biblia dice, se trata de vivir la plenitud de los principios espirituales, la verdad en acción en nuestras propias vidas, que esté funcionando en nosotros. Si cuando decimos que Dios es mi sostén, entonces yo demuestro que ante cualquier circunstancia Él es el que me sostiene, eso para mí es una verdad; pero si yo digo que Dios es mi sostén y ante el primer proceso doloroso o complicado en mi vida yo me derrumbo, esa palabra de Dios, simplemente fue algo que la Biblia dice, pero no fue un principio espiritual aplicado a mi vida.
La realidad, es que no podemos ni debemos hablar lo que la Biblia dice y tratar de razonar los tratos de Dios a nuestra manera, sino que debemos permitir el trato de Dios para decir, Señor, si me estás tratando, es que yo necesito conocerte a un nivel que por lo menos hasta ahora, no te estoy conociendo, haz todo lo que tengas que hacer conmigo, llega hasta el final de mi humanidad, no permitas que los pensamientos propios queden en mi mente, haz activa la mente de Cristo en mí, que la fe del Señor se reactive en mi interior para creer en obras sobrenaturales y poderosas que Tú estás haciendo en mi propia vida, yo te voy a creer de principio a fin, y como te creo desde el principio sé que el final va a ser poderoso, va a ser victorioso y se verá en mi vida, lo que Cristo es y lo que Cristo hace.

Quiero terminar con un versículo de Filipenses el capítulo 1, y el versículo 6, porque esta es la manera en que los hijos de Dios siempre debiéramos pensar, dice:

“Estoy convencido de esto:
el que comenzó tan buena obra en ustedes
la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús.”
Filipenses 1:6 / NVI

¿Por qué así debemos pensar y sentir los hijos de Dios? Porque esas palabras hablan de una absoluta y plena confianza en la obra del Señor en la vida de sus hijos.
Este es un Pablo diciendo, yo estoy convencido que Dios empezó a hacer la buena obra en ustedes, la seguirá haciendo porque los está perfeccionando y los seguirá perfeccionando hasta el día en que Cristo regrese por nosotros.
Es decir, la tarea de Dios con nuestras vidas no se acabó aquí, no importa cuánto hayamos recibido, cuánto tengamos, cuánto Dios nos haya bendecido, cuánto comprendamos las Escrituras, lo que importa, es que Cristo es inagotable y que todavía Cristo necesita seguir formándose en nuestro interior para que no seamos más nosotros, nunca más, bajo ninguna circunstancia, sino que Cristo lo sea todo en nosotros, no importa qué tipo de circunstancias o aflicción estemos pasando, todo lo que el Señor hace, es definitivamente para nuestro bien.

Por eso amados, al terminar este tiempo y esta Palabra, quiero que oremos juntos al Señor, reconociendo que en principio, Dios es bueno en gran manera, y que todo lo que Él hace lo hace para nuestro bien, quitando de nuestra mente pensamientos equivocados acerca de Dios, y si han estado o están allí, arrepintiéndonos como Job se tuvo que arrepentir en polvo y ceniza, una señal de un nuevo comienzo y un comienzo a la manera de Dios. Que hoy le podamos decir al Señor, Señor yo no quiero seguir pensando así, porque estos pensamientos no son tus pensamientos, son mis pensamientos porque todavía no te he conocido como Tú quieres que te conozca. Vamos a orar.

Padre, en el Nombre de Cristo Jesús, te agradecemos Señor por tu Palabra, y te agradecemos mucho más por el Espíritu Santo que nos revela la profundidad de tu Palabra y la intención de tu corazón para poder conocerte como Tú quieres que te conozcamos.

Señor, hoy empezamos viendo una gran verdad y esa gran verdad, es que Tú dispones todas las cosas, todas, absolutamente todas sin excepción, para nuestro bien, para el bien de aquellos que te amamos, para el bien de aquellos en quienes estás formando a Cristo, por lo tanto, jamás podemos ni debemos pensar mal de ti.

Señor, perdónanos por las veces que hemos juzgado tu manera de actuar, perdónanos por las veces que hemos tratado de interpretar equivocadamente lo que estabas haciendo, perdónanos por las veces que hemos discutido contigo o nos hemos enojado o hemos llorado diciéndote que era injusto que Tú nos hicieras atravesar esa circunstancia que no podíamos entender.

Señor, hoy queremos empezar a entender las cosas como Tú las ves, es decir, todo lo que haces lo haces para nuestro bien, y no solamente nos vamos a alegrar por todas tus bendiciones, también nos vamos a alegrar por los tiempos de aflicción de toda índole, no importa qué tipo de aflicción o de circunstancia estemos viviendo o atravesando Señor, puede ser familiar, puede ser sentimental, puede ser laboral, puede ser económica, puede ser íntima, puede ser colectiva, puede ser con nuestro cuerpo, con nuestra salud, puede ser solamente con nuestro corazón.

Señor, cualquier circunstancia que Tú nos permites atravesar, es algo a través de lo cual estás tratando con nuestras vidas, porque quieres perfeccionar a Cristo.
En definitiva, ese bien que buscas en nuestras vidas, es que Cristo sea todo en nosotros.

Y queremos orar como Pablo, todas las cosas, sin excepción, las estimamos como pérdida, queremos dejar todo a un costado, porque tenemos un objetivo superior, ganar y conocer a Cristo.
Por eso, Señor, hoy nos arrepentimos de las veces que te hemos juzgado equivocadamente, y hoy damos la bienvenida a la acción de tu Espíritu en nuestras vidas, hoy te agradecemos Señor, con todo nuestro corazón, por las veces que nos has tratado, y por si ahora estamos pasando un tiempo especial de un trato para con nuestras vidas, muchísimas gracias Señor, porque eso va a perfeccionar a Cristo en nosotros, porque Tú vas a hacer que la gloria tuya se refleje en nuestras vidas con mayor potencia. Y Señor, podremos ver el final de la historia como Tú ya lo ves, y podremos ver que realmente, Cristo lo es todo en nuestra vida, en nuestro corazón, en nuestra mente, en nuestro accionar, en nuestros pensamientos y también en nuestras intenciones.

Gracias Señor por tu trato, gracias por lo que Tú haces, gracias por trabajar en nuestras vidas, porque eso nos demuestra una vez más cuánto nos amas y que de verdad somos tus hijos, si nunca trabajaras en nosotros eso nos haría pensar que posiblemente no somos verdaderos hijos, pero porque estás trabajando en nuestras vidas podemos reconocernos hijos tuyos, hijos muy amados y que todo lo que haces lo haces para nuestro bien.

Hoy te alabamos, te honramos, te agradecemos, exaltamos tu Nombre y te damos a ti toda la gloria, la honra, la alabanza, el reconocimiento y la adoración que sólo Tú eres digno de recibir, en el Nombre de Cristo Jesús, amén y amén.

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